Todo hombre es una unidad psicofísica: al enfermar se resiente todo él, pues la enfermedad no sólo afecta al cuerpo sino a la persona en su totalidad. Es un ser multidimensional con una esfera biológica, otra psicológica, social y espiritual.
En la atención del ser humano enfermo no debe perderse nunca de vista esta perspectiva: no basta tratar de curar el órgano o la función lesionada, sino que hay que prestarle ayudas de muy diverso tipo pues diferentes son sus necesidades. Su situación reclama una atención y unos cuidados integrales para poder restablecerse o asumir serenamente su enfermedad, e incluso afrontar con serenidad la muerte.
La responsabilidad esencial del técnico es ayudar a la persona a funcionar de forma óptima, cualquiera que sea el estado de salud en que ese encuentre.
Todo esto a partir de una actitud personal de amor, llena de respeto, aceptación y comprensión del paciente como persona única, con un entorno personal determinado.